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A contramano de otros países de la región, el gobierno de Javier Milei apoya la minería submarina, una iniciativa controversial debido a la falta de estudios sobre el impacto en la flora y fauna marina. Mientras que varias naciones han pedido poner en pausa esta actividad, Argentina busca avanzar en la regulación de la explotación del lecho marino, donde se encuentran importantes reservas de metales críticos para la transición energética, como litio, níquel, cobalto y manganeso.

El lecho del mar, uno de los lugares menos explorados del planeta, alberga un ecosistema oscuro y silencioso, con especies aún desconocidas. Según un reciente estudio publicado en la revista Nature, los nódulos polimetálicos que se forman en el fondo del océano producen «oxígeno oscuro», un fenómeno vital para la vida marina.

China, Francia, Polonia, Alemania y varios países insulares del Pacífico ya tienen concesiones para explorar y mapear estos metales en el océano Pacífico. China es el país con más permisos, y actualmente se debate la aprobación de un código de explotación de minería submarina que podría tener un impacto significativo en el medio ambiente, introduciendo ruido y luz en un entorno hasta ahora virgen.

Argentina se alinea con China en la búsqueda de una regulación para la minería submarina, a pesar de las preocupaciones ambientales. Esta postura ha generado debate y controversia, con defensores que argumentan la necesidad de estos metales para la transición energética, y opositores que advierten sobre los posibles daños irreversibles al ecosistema marino.

El gobierno de Milei sostiene que la explotación controlada y regulada puede llevarse a cabo de manera responsable, minimizando los riesgos ambientales. Sin embargo, organizaciones ecologistas y científicos piden más estudios antes de avanzar con esta actividad.