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Un potente terremoto de magnitud 7,1 sacudió el sureste de Japón, específicamente cerca de la prefectura de Miyazaki, en la isla de Kyushu. El movimiento telúrico ocurrió a las 16:43 hora local y tuvo una profundidad de 30 kilómetros. Como consecuencia, se emitió una alerta de tsunami, ya que se observaron olas de hasta 50 centímetros que amenazaban las costas cercanas.

Las autoridades japonesas actuaron rápidamente, advirtiendo a los residentes de la región que se mantuvieran alejados de las zonas costeras como medida de precaución. El secretario jefe del Gabinete, Yoshimasa Hayashi, aseguró a la población que, hasta el momento, no se habían detectado anomalías en las centrales nucleares de la zona, lo cual llevó algo de tranquilidad a la comunidad, que aún recordaba las consecuencias del terremoto y tsunami de 2011.

Antes de este sismo, la región ya había experimentado otro movimiento de magnitud 6,9, lo que había generado preocupación entre los residentes y las autoridades. La sucesión de estos sismos generó nerviosismo y puso a prueba los sistemas de alerta temprana y respuesta ante desastres del país.