Un golpe relámpago de tan solo ocho minutos dejó al desnudo las fallas de seguridad del museo más famoso del mundo: el Louvre de París. El asalto a la Galería Apolo terminó con el robo de varias joyas históricas, valoradas en más de 100 millones de dólares.
La presidenta del museo, Laurence des Cars, tuvo que presentarse ante el Senado francés para intentar explicar lo inexplicable. En su declaración, reconoció que las alarmas internas se activaron, pero señaló directamente un gran problema: la vigilancia externa era un desastre. La única cámara ubicada cerca de la zona por donde los ladrones ingresaron estaba obsoleta y apuntaba en la dirección equivocada. Esta brecha de seguridad permitió a los asaltantes actuar con una precisión de relojero. El escándalo fue tan grande que Des Cars presentó su renuncia ante las autoridades, pero el gobierno francés decidió rechazarla.
